jueves, noviembre 16

Perdemos nuestra norma

Cuando tenía nueve años elogié el aeroplano modelo que tenía un amigo.
—Lo robé —me contestó a secas. Pudo notar que me quedé azorado porque me preguntó—: ¿Piensas que no actué bien?
Cuando se lo dije, sencillamente me contestó:
—Tal vez para ti sea malo, pero no para mí. Al robarme el avión no le hice daño a nadie. Conozco al dueño. Es rico. Yo no lo soy. Él puede comprar otro. Yo no.
¿Qué opinas de este argumento? Si no crees en la vida más allá de las vigas del techo, no tienes mucho que decir. Si no hay ningún bien supremo más allá del mundo, ¿cómo defines lo «bueno» dentro del mundo? Si la opinión de la mayoría determina lo que es bueno o malo, ¿qué ocurre cuando la mayoría se equivoca? ¿Qué haces cuando la mayoría de los muchachos en cierto grupo dice que es bueno robar o darse al pillaje, o incluso disparar armas de fuego desde un vehículo en movimiento?
El mundo del hedonista, sin absolutos morales, parece bueno en el papel y suena excelente en un curso universitario de filosofía, ¿pero en la vida? Pregúntale al padre de tres hijos cuya esposa lo abandonó diciendo: «El divorcio tal vez te parezca malo, pero a mí me parece bueno». O pídele la opinión a la adolescente, encinta y aterrorizada, a quien su enamorado le dijo: «Si tienes el bebé, es tu responsabilidad». O al jubilado al que el embaucador le roba su pensión y le dice que todo marchará bien siempre y cuando no lo atrapen.
Una perspectiva santa del mundo, por otro lado, tiene algo que decirle al ladrón infantil. La fe desafiá a los que tienen cerebro de grillo a responder a una norma más elevada que la opinión personal: «Tal vez pienses que es bueno. La sociedad puede pensarlo también. Pero el Dios que te hizo dijo: “No robarás” … y no estaba bromeando».
De paso, lleva el pensamiento impío a su extensión lógica y comprueba qué obtienes. ¿Qué ocurre cuando una sociedad niega la importancia del bien o el mal? Lee la respuesta en la pared de una cárcel en Polonia: «Yo liberé a Alemania de las estúpidas y degradantes falacias de la conciencia y la moralidad». 1
¿Quién se jactó de esa manera? Adolfo Hitler. ¿Dónde se plasmaron esas palabras? En un campamento nazi de muerte. Los visitantes leen la leyenda y ven sus resultados: una habitación repleta de miles de kilogramos de cabellos de mujer, cuartos llenos de retratos de niños castrados y cámaras de gas que sirvieron a Hitler como la solución final. Pablo lo describe mejor: «Su necio corazón fue entenebrecido» ( Romanos 1.21).
Vamos, Max, vas demasiado lejos. ¿No exageras al afirmar que lo que empezó con el robo de un modelo de avión concluirá en holocausto?
La mayoría de las veces, no. Pero puede suceder, ¿y hay algo que pueda detenerlo? ¿Qué dique tiene el intelectual que niega a Dios que pare la inundación? ¿Qué ancla usará el secularista para impedir que el mar absorba a la sociedad? Si la sociedad saca a Dios de la ecuación humana, ¿qué sacos de arena colocarán contra el creciente desborde de barbarie y hedonismo?
Como Dostoievski afirmó: «Si Dios ha muerto, todo es justificable».

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Carito

gracias por tus post, tengo lindos recuerdos tuyos, se que Eres alguien muy especial y que me bendeciria mucho volver a compartir contigo.
queiro opinar de tu articulo, aunque pense todo el rato que eras tu quien lo habia escrito, me lleve la sorpresa que era max, jejeje, pero tomo todas las palabras departe de DIos, es muy bello dedicarle tu vida a el gracias por esta ahi aunque no te vea.
El esta Aqui!!!
Ahora vivo procesos!!!
tb es bueno ese texto que escribiste
gracias DIos

saludos carito eres muy bella
Dios seguira dandote mas cada dia
besitooooo...

carolinc dijo...

20 de abril 2007
vuelvo a leer esto y recuerdo el motivo por que quise dejar esto aqui
no quiero olvidarlo
que fuerte!

Dios.. no te vayas del mundo no te vayas de nuestras vidas..
te amo..
intercedo por los que quieren sacarte de aqui..
ven..
ven.
no dejes de venir!!!!!!!!!!